sábado, 11 de julio de 2009

Aberración Deportiva

Por Lucía Kusial Singh

El Reliant Stadium de Houston fue escenario de uno de los espectáculos
deportivos más accidentado, antideportivo, deprimente, sufrido y controversial
que el equipo de fútbol
de Panamá haya protagonizado. El Torneo Copa Oro de
la Concacaf se vistió de luto la tarde del 9 de julio a causa del partido que libró,
como en una batalla campal, la
selección de Méjico contra la inspiración
de la Marea roja panameña.
Nuestro onceno istmeño demostró fuera de casa
que son canaleros de pura cepa, de buena casta. Soportaron como verdaderos
guerreros el ataque de los hinchas, la parcialización notoria del árbitro
Salvadoreño. Arbitrario por antonomasia. Fue convirtiéndose en el jugador
doceavo del onceno mejicano. Como un tirano fue provocando poco a poco
con sus tarjetas de colores, exilios injustificados en las filas de los deportistas
panameños. Declarando un lenguaje de guerra. Pero, a su pesar, la camiseta
blanca se paró con garra, como tigres de Bengala, ante un equipo mejicano
aupado por el paraguas del incapaz árbitro centroamericano que jamás pudo
apagar las fogatas que constantemente prendían los jugadores como ráfagas
de metralleta en guerra.
La nota altamente discordante, antideportiva, sorpresiva, injustificada y
aberrante, la gota que derramó el vaso fue la patada cargada de frustración,
clara incapacidad y falta de recursos que alzó el director técnico de méjico
Javier Aguirre contra el volante panameño Ricardo (Patón) Phillips, cuando
éste se aprestaba a detener el esférico que Pelé besó en el Maracaná
bendiciendo aquel memorable gol número mil. El balón azaroso rodó en
suelo estadounidense hacia las piernas del nefasto técnico. Encima salió un
staff mejicano a defender lo indefendible, agrediendo al sorprendido jugador
panameño.
Hubo agonía, desesperación, impotencia en los fanáticos que acá en suelo de
Victoriano Lorenzo presenciábamos impotentes, con la boca abierta semejante
exabrupto deportivo.
Árbitro parcializado, técnico Kung Fu, hinchas frenéticos lanzando proyectiles,
"accidentes" de camillas derramando por el suelo al delantero Blas Pérez, que
golpeado y turulato volvió a la cancha como guerrero orgulloso a defender su
camiseta. Era como un campo de batalla en donde desde todos los flancos te
disparan. Todos contra Panamá que se creció, se hizo grande como David
contra Goliat. Los nuestros salieron airosos con gallardía, inteligencia
y técnica deportiva. ¡Por qué No! además con el aderezo infaltable de la vibra
positiva que
su fanaticada desde Panamá, ante televisores ardientes, le enviaba,
olvidando la rutina, maldiciendo... rezando...condenando el ultraje a nuestra camiseta.

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